Aún recuerdo aquella fría tarde de enero cuando recibí la noticia que cambiaría mi vida para siempre. Mi tía, desconcertada y preocupada, me comunicaba la trágica noticia: mi hermano menor había fallecido. Sentí como si un rayo me atravesara el pecho. Estaba completamente conmocionado y en shock, no lo podía creer. Mi hermano, tan elegre, entusiasta, con toda una vida por delante ¿Cómo era posible?
Me invadieron emociones encontradas: conmoción, negación, confusión, culpa, enojo, tristeza profunda… Pasé por distintas etapas, desde no querer aceptarlo, luego enojo por la forma en qué ocurrienron las cosas, hasta finalmente una honda melancolía al asimilar las cosas. Fueron semanas intensas de dolor, llanto, sueños donde volvía a verlo y nostalgia por todos esos recuerdos y aventuras memorable que pase a su lado.
Comprendí lo frágil y lo efímero de la existencia. Esta dolorosa experiencia me hizo ver la vida de otra forma. Comencé a valorar lo que realmente importa y a no postergar cosas para un «algún día». Decidí vivir cada día como un obsequio. Sabiendo que un día, tambien sería «mi día». Aquel suceso me transformó para siempre.
Aún con sus espinas la rosa es bella
A menudo idealizamos la vida, creyendo que todo irá bien, que nuestros seres amados estarán con nosotros por mucho tiempo, que no enfrentaremos tormentas. Pero la realidad es que, así como la rosa trae consigo las espinas y aún así es bella y produce aroma, la existencia tiene matices, claroscuros que forman parte de ella. Habrá momentos de alegría y plenitud, pero también otros de tristeza y adversidad.
Cuando chocamos con esos instantes sombríos, nuestro corazón se estremece. Es parte de este viaje llamado vida. Enfrentar pérdidas, despedidas, crisis o desastres naturales nos conecta con nuestra vulnerabilidad, con lo efímero de cada instante.
La vida es como una rosa
Con el tiempo entendí que, tal como llega, todo se va. La impermanencia es inherente a la existencia. Las personas, las situaciones, las cosas, todo se encuentra en constante cambio. Aferrarse demasiado a que la realidad sea estática puede causarnos sufrimiento. Pero si abrazamos la transitoriedad, si aprendemos a vivir con el cambio, podemos aprender a soltar, y a vivir el hoy con mayor presencia y gratitud, sin lamentos por un ayer que ya no existe.
Incluso en los momentos más sombríos, si observamos con atención, hay resquicios de luz. La vida siempre encuentra la forma de reinventarse y renacer de las cenizas. Tras la tormenta llega la calma. Después del invierno florece la primavera. Cuando más oscura es la noche, más cerca se encuentra el amanecer.
Abraza la vida con todo y sus espinas
Somos extremadamente afortunados de poder experimentar esta montaña rusa de emociones llamada vida. Incluso con sus espinas y tormentas, es un extraordinario privilegio. Por ello, debemos valorar profundamente cada nuevo amanecer y vivirlo intensamente, con compasión, gratitud y sabiduría.
Encontremos la fuerza para transformar las lágrimas en sonrisas, la tristeza en esperanza. Hallemos la paz interior que no depende de factores externos, sino de nuestra propia forma de mirar la existencia. La verdadera felicidad nace del corazón.
Si quieres la rosa debes aceptar las espinas
Aunque mi hermano físicamente ya no está aquí, su espíritu vive en los corazónes de todos aquellos a los que impacto y en quienes dejo una marca. Además, tal como ocurrirá con todos y cada uno de nosotros, sus acciones trandrán un efecto que se propagará por milenios hasta la eternidad. Lo he dicho antes: es una buena manera de lograr la inmortalidad.
La vida nos dará momentos luminosos y también pasajes sombríos. Pero si los enfrentamos con valentía, fe y entereza, podremos extraer de ambos su belleza, su sentido. Sigamos pues adelante, con la cara en alto, confiando en que tras la noche más oscura, un nuevo amanecer espera. Reguemos «petalos» de amor y buenas experiencias en el sendero que se ilumina ante nosotros.